"La dificultad no debe ser un motivo para desistir sino un estímulo para continuar"

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Fábula

DESCUBRIENDO A CHOP (Fábula) Esa mañana bella de primavera, había mucho movimiento en la madriguera de doña coneja Antonia. Don Topo, siempre tan curioso, salía y entraba de sus laberintos bajo la tierra, picado por la curiosidad. Se asomaba una y otra vez a la puerta de los conejos. Mamá Antonia, vivía con papá Conejo, en una amplia madriguera en la finca de don Zenón. Justo esa mañana, le nacieron cinco conejillos nuevos. Ella muy feliz, los acarició con cariño y se encantó con los pomposos bebotes blancos, marroncitos y grises. Se acercó doña Gallina, atraída por el alboroto y se encontró con don Topo. Ambos se animaron a husmear en la madriguera, y don Conejo, los recibió para mostrarles la novedad de su hogar. Doña Gallina quedó emocionada, al ver a los cinco recién nacidos. Sin embargo, les advirtió que no se expusieran al peligro, pues don Zenón, los estaba persiguiendo, por temor a que la familia de conejos se comieran los productos nuevos de la chacra, que estaba atestada de zanahorias, habas, maizales a punto, acelgas, y muchas cosas ricas más. Mostrándose agradecido, en actitud soberbia, papá Conejo le aseguró cuidarse y cuidar la cría de los peligros. Y dirigiéndose a Topo, le dijo burlonamente, que a él seguro nada le pasaría, pues como “cieguito”, no vería ni una zanahoria, aunque se la topara. Don Topo se enojó y le dijo que era ciego pero no tonto. Que no era necesario ver bien para descubrir las delicias que habían crecido nuevas en la campiña. Doña Gallina también molesta, pues era muy amiga de Topo, le dijo, mientras acomodaba su delantal… “Vamos don Topo, no deje que se burlen de su ceguera. Aquí no somos bienvenidos. Ojalá nunca tengan ellos que lidiar con la baja visión”. Papá conejo quedó riéndose, mientras disfrutaba acariciando la cría nueva que se alimentaba de mamá Coneja. Los días pasaron y Antonia decidió, una tarde tibia, aprovechar para sacar a sus hijitos nuevos a conocer los alrededores. Chip, Chep, Chop, Chap y Chup, salieron uno detrás del otro, a los saltitos, sacudiendo su pompón de cola y agitando sus orejitas largas que se enfriaban con la brisa vespertina. Todos se maravillaron con la belleza verde de los campos, y los colores preciosos de las flores de los jardines. Llenaron de preguntas a mamá Antonia, entusiasmados por todo lo nuevo que estaban descubriendo. Antonia, se apuraba en contestarle a cada uno de sus hijitos, las cantidades de preguntas entusiastas y curiosas. Pero le llamó la atención su hijito Chop. Después de grandes explicaciones y largos recorridos, vio cómo Chop, se tomaba de Chip, apegado a su hermanito sin mirar los alrededores ni a su madre para escuchar las enseñanzas. Además Antonia, ya muy preocupada, observó las patitas de atrás de Chop, debilitadas, temblorosas, incapaces de dar los saltitos típicos y apenas se arrastraba tomado de su hermanito Chip. Decidió ponerlos a todos en rueda y le preguntó uno a uno, cómo se sentían, qué era lo que más les había gustado y si tenían hambre para regresar pronto a casa. Todos contestaron, menos Chop. Miró Antonia a su hijo rezagado y éste no la enfrentaba con sus ojitos débiles y algo caídos. La madre lo tomó de las orejitas y lo alzó. Las patitas traseras de Chop, temblaron una vez más. Antonia le propinó unas palmaditas de castigo, creyendo en un mal comportamiento de su hijo. Ordenó volverse a todos. Chop lloraba desesperado, sin comprender nada, ni el por qué de la paliza, ni lo que su mamá les decía, pues solo veía su boca abrirse y cerrarse y apenas borrosa entre todo lo oscuro donde se encontraban. Esta vez pudo tomarse del más cercano, Chep, quien sorprendido, se dio cuenta que su hermanito se agarraba fuerte de él y que algo le podría suceder… ya que no era como los otros hermanos. Los días continuaron pasando y cada tarde, mamá Antonia sacaba a pasear a su cría, que ya estaba bastante crecida y hábil para manejarse. Les había enseñado varios trucos para cosechar zanahorias, comer maíz y tomar de tanto en tanto, una rosa para adornar y perfumar la madriguera. En cada una de estas hazañas, Chop, disimulaba, escondiéndose entre la hierba, o detrás de algún inquieto hermano, para no ser percibido por su madre y obtener otra vez una paliza. Pero los hermanitos sí se daban cuenta que algo sucedía con Chop. Durante la noche, todos fueron obedientes a sus camitas y Chep, acompañó a su hermanito hacia la suya. Colaboró en acostarlo, levantando sus patitas traseras. Se sentó a su lado y le preguntó, qué le sucedía. Chop no contestaba, solo guardaba silencio. Chep se preocupó aún más, y descorrió una cortina de la madriguera, para que ingresara la luz de la luna llena. Los rayos de plata dieron sobre los ojitos débiles de Chop, y Chep tuvo en cuenta que su hermanito no lo miraba. Con ternura fraternal, le tocó despacito la nariz, que se agitaba muy ansiosa. Chop trató de enfocar la mirada hacia esa patita que sintió tibia en caricias… porque desde que su madre había descubierto que él no le obedecía, solo le daba tundas. La figura de Chep, se recortaba apenas borrosa en contraste con el luminoso astro lunar. Sonrió feliz, pues olió el aroma de su hermano y extendió una de sus patitas para alcanzarlo. Chep le preguntó si lo escuchaba. Pero, Chop solo sonreía. Chep ya sabía que su hermano apenas lo veía y que no lo escuchaba. Pero también se dio cuenta que podía sentirlo, percibirlo y que el cuerpito de su hermano, magullado por los golpes, ralo de pelitos en el cuerpito débil, percibía las caricias suaves que le pudieran dispensar. Se acercó aún más a Chop y tomó su cabecita entre sus dos patitas. Trató de enfocar su mirada debilitada y le dijo moviendo grande y despacio su boca, que no se preocupara más. Que le avisaría a sus hermanos primero y entre todos, encontrarían cómo ayudarlo. Después, tranquilos, los cinco, Chip, Chap, Chup, él e inclusive el propio Chop, idearían una estrategia para convencer del problema a su mamá y papá. Reconocía lo difícil de la misión, pero “La unión hace la fuerza”, dijo convencido a Chop. De inmediato y sin hacer ruidos, despertó a cada uno de los tres restantes hermanitos y los acercó a la camita de Chop. Les explicó lo sucedido, y fue una sorpresa para Chep, encontrar a conejitos completamente dispuestos y comunicando que ya se habían dado cuenta de los problemas que Chop tenía. Enseguida comenzaron entusiastas a decir: “¡Yo le enseñaré dónde tengo mi cueva preferida y las mejores zanahorias para encontrar!” Y otro dijo: “¡Yo le diré dónde están los juguetes y le prestaré los míos! Le enseñaré una piedra preciosa que encontré en el jardín, ¡para que reconozca lo suave que es!” “¡Sí, sí, sí, yo le mostraré dónde guardamos la ropa, los abrigos cuando llueve y lo acompañaré en los paseos, contándole y haciéndole tocar todo lo que se ve en los jardines y en la chacra!” Chep se puso contento, lo que se había armado un gran equipo de trabajo y solidaridad con el hermano en común que todos tenían. También que comprendieran que Chop necesitaba cariño y no golpes como le propinaba la mamá. El silencio se hizo por un rato…todos coincidieron en un solo pensamiento: Cómo avisarían a los padres, que Chop necesitaba cariño, cuidados y atenciones para facilitarle sentirse incluido en la familia y el vivir diario. En la mañana siguiente, la madriguera se colmó de aroma tibio y dulce. Mamá Antonia, había preparado un rico pastel de zanahorias, y los llamó a tomar la leche. Papá Conejo, estaba en su hamaca, leyendo el diario de la granja. Mientras, los cuatro hermanitos de Chop, lo prepararon, lo fueron guiando tomando sus patitas delanteras, para que tocara el entorno y el rostro de cada uno de ellos y aprendiera a reconocerlos uno a uno. Chop estaba feliz, pues se sentía rodeado de cariño, caricias y reconocía ahora los espacios donde le indicaban y a cada uno de los conejitos. Fue conducido despacio hacia la mesa y Chep pensó que justo era el momento para hablar con sus padres. Valiente, Chep se paró e inició el discurso. Sin titubear, convencido de la ayuda cariñosa que Chop necesitaba, explicó a mamá Antonia y a Papá Conejo, lo sucedido y descubierto la noche anterior. Además se responsabilizó junto con sus hermanos, en cuidar a Chop. Y culminó el discurso, alegando que no necesitaba golpes, sino cariño, guía, que lo acariciaran, y tomaran sus patitas para que reconociera cada espacio y cosas. Se hizo un silencio que parecía el de un sepulcro. Papá Conejo bajó el diario en el que estaba mal educadamente distraído y dio un golpe tremendo sobre la mesa del desayuno, asustando a todos los presentes, haciendo saltar la mantequilla, los pocillos con las leches, las tostadas y el rico pastel al piso. Mientras Antonia lloraba desconsolada cubriendo su rostro con sus dos patas delanteras. “¡Yo no tengo hijos de topos!” dijo furioso y agregó: “¡Jamás permitiré un ciego… y encima sordo en mi madriguera!” “¡Yo mismo lo mataré con mis propias patas!” Increíble los sustos de Chep, Chip, Chap y chup. El pobrecito e ingenuo Chop, sin comprender en su silencio interior, había quedado sentadito en su silla esperando indicaciones, notando que su leche ya no estaba sobre la mesa. Mamá Antonia se repuso de inmediato, y su instinto de madre por fin le dio la valentía para enfrentar a su marido. Ella le pegaba a Chop, porque sabía que si no reaccionaba, el padre jamás reconocería a esa cría “defectuosa”, e intentaría matarla. Se interpuso entre el Conejo grande y el pequeño portando en sus manos un palo grueso de amasar diciendo: “¡Si tocas un solo pelito de nuestro hijo, te pego con este palo!” Papá Conejo se quedó sorprendido, pues jamás había visto así a su esposa. Dio media vuelta y salió raudo y enojadísimo de la madriguera, topándose con don Topo, rodando los dos por el suelo… Topo exclamó molesto: “¡Eh! ¿Qué sucede? ¿No era yo el ciego de esta historia?” Papá Conejo, quedó mirando al topo, aún tirados en el suelo los dos, y comenzó a llorar sin parar. Don Topo se enterneció y se le acercó, sentándose a su lado. Solo atinó a darle unas palmaditas de comprensión y apoyo, mientras escuchaba entrecortadamente, las explicaciones del Conejo. Así se enteraron, Topo y Gallina, quien acababa de llegar ella, atraída por tanto desorden, llevando nuevos huevos en su delantal, que uno de sus cinco hijitos, había nacido ciego y sordo. Su orgullo no lo permitía y de todas las camadas de conejitos que con Antonia habían tenido, jamás les había nacido uno, según dijo: “defectuoso”. Enseguida saltó doña Gallina molesta. Y dijo sin piedad al Conejo: “¡Sos un desagradecido a la vida Conejo tonto y orgulloso!”No todos somos iguales y simplemente es un pequeño, ¡al que hay que ayudar más! Continuó explicando con fervor, que en vez de pegarle como había visto hacerle a Antonia, lo que jamás ella había aprobado, se debía guiar con cariño y ayuda. Agregó a Topo y a Conejo, que tener alguna deficiencia, no significaba hacer “diferencias”, sino reconocimiento, para ayudar e incluir al que lo necesite. Comentó que en sus camadas de pollitos, en varias ocasiones, le nacía uno diferente, con la patita quebrada, o con un alita menos o sin ojitos. Y que ella los ayudaba siempre en lo que necesitaran. Nunca les había rechazado por ello, sino todo lo contrario. Y por último, terminó diciendo que visitaría a Antonia para ofrecerle su ayuda y les enseñó que eso era solidaridad, que todo tenía como palabra, una sola que encerraba a la finca de Zenón toda entera, con cielo incluido… ante la mirada atónita de Topo y papá Conejo, sentados aún en el piso, interrogantes esperaban esa palabra, que sonaba aparentemente a magia… Gallina finalmente la dijo:… dijo… ” ¡AMOR!” ©Renée Escape- (Para niños)MORALEJA: Si tienes amiguitos o familiares que te permitan darte cuenta que no son como tú , que no corren, juegan o no se divierten como tú, antes de ignorarlos, desplazarlos o burlarte de ellos, acércate para conocer sus situaciones. Manifiesta tu solidaridad, bríndales tu atención e interés y aprende a cuidarles. Si alguno posee sordo ceguera, necesitará de tu contacto y de que le hagas que sus manitas toquen tus manos y las cosas, para comunicarse con el ambiente. Y recuerda… ¡Ayudar es ayudarse! Renée Escape- -

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